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Domingo de Ramos: La reflexión del Arzobispo

Iniciamos la Semana Santa con la celebración del Domingo de Ramos. Recordamos la entrada de Jesús en Jerusalén, el lugar de su “hora” definitiva: “Ahora, les dice a los apóstoles, subimos a Jerusalén; allí el Hijo del hombre será entregado…. lo condenarán a muerte, lo entregarán y lo matarán. Y tres días después resucitará” (Mc. 10, 33-34). Este es el camino de su verdad y amor a la voluntad de su Padre, que lo envió para comunicar su Vida a los hombres.

 

 

 

Esta clara conciencia de su vocación se hace exclamación profética en la alegría de los niños y de los pobres de Israel que lo reciben, diciendo: “Bendito el que viene en el nombre del Señor” (Sal. 118, 26. cfr. C.I.C.559). Somos invitados a participar en este camino del Señor. No podemos quedarnos como espectadores del drama de Jesucristo, sino involucrarnos en el sentido profundo de su misión que, a través de su muerte y resurrección, se convierte para nosotros en el comienzo de una vida nueva. Semana Santa es tiempo de gratitud y participación.

 

 

 

Jesucristo no es el predicador de un ideal moral con sus enseñanzas, sino que es Dios mismo que se hizo hombre para ser camino de vida para los hombres. Comprender esto es comenzar a descubrir el significado que tiene Jesucristo para nosotros. No recordamos un hecho del pasado, actualizamos el hoy definitivo de su misión en el mundo. Celebrar su Pascua es creer que él vive y sigue actuando hoy en nuestra historia: “para esto he venido, nos vuelve a decir, para que ustedes tengan vida y la tengan en abundancia” (cfr. Jn. 10, 10).

 

 

 

La fe es la que nos introduce en este camino de encuentro con él que transforma, libera y eleva la condición humana. Lo que aconteció en Cristo se convierte en verdad y fundamento para la vida del hombre, porque es nuestra humanidad la que fue asumida y redimida. El Año de la Fe nos orienta a redescubrir, desde una celebración consciente de la Pascua, el sentido de la vida cristiana.

 

 

 

La mejor manera de iniciar la Semana Santa es, por ello, sentirnos parte de este drama del cual somos destinatarios. Esto reclama una mirada de fe a la persona y misión de Jesucristo. Él no es una idea, es una Persona, a la que descubro por el encuentro de la fe. No es posible hablar de vida cristiana en términos de una doctrina que aceptamos, sino da la experiencia de un encuentro con Alguien, que se nos comunica como vida, como gracia, y que se convierte en el comienzo de una vida nueva.

 

 

 

Fuera de este contexto el cristianismo puede pasar a ser una doctrina más entre otras, pero no la presencia actual de Jesucristo. Este es, precisamente, el sentido de la Pascua, lo que vamos a celebrar. La vida cristiana nace y se alimenta de esta experiencia única y personal con Cristo, que se convierte en el principio que define toda una vida. San Pedro expresó lo definitivo de esta experiencia que cambió su vida en aquellas simples palabras: “Señor, ¿a quién iremos? solo Tú tienes palabras de vida eterna” (Jn. 6, 68).

 

 

 

Deseándoles una fecunda participación en la Semana Santa, les hago llegar junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en Cristo Nuestro Señor.

 

 

Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

ARANCEDO DOMINGO DE RAMOS OPINION
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