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Locales

PDP: "Sabemos del matador, desconocemos al asesino"

En ocasión del asesinato de Enzo Bordabehere en el Senado de la Nación, Lisandro de la Torre afirmaba: “Se sabe el nombre del matador, no del asesino”. Hoy, frente a la muerte del fiscal Alberto Nisman, podríamos decir que quizás no sea lo más relevante conocer al matador, sino saber quién fue el asesino, asunto sobre el cual se pueden formular diversas hipótesis.

 

Sin embargo, lo que es incuestionable, es la responsabilidad del gobierno en el tema. El Poder Ejecutivo, con el aval de los legisladores del Frente para la Victoria, firmó en su momento un tratado (al que eufemísticamente llamó Memorandum), contrario a los intereses de la Nación, con Irán, señalado reiteradamente y por distintas vías, como el presunto autor del acto terrorista contra la AMIA, un verdadero genocidio. Un pacto consagratorio de la impunidad para ese país, tal como fuera advertido en el debate parlamentario –en particular, por el Partido Demócrata Progresista–, y que los últimos sucesos actualizan con fuerza de evidencia.

 

Lo que es incuestionable es que el gobierno no puede declararse inocente frente a las conversaciones secretas llevadas a cabo por gente muy allegada a él, con los iraníes. Que los que se llaman a sí mismos adalides de “la verdad y la justicia” habiliten a un conocido antisemita como Luis D’ Elia a entablar “negociaciones” constituye por sí misma una ofensa a la dignidad no sólo de la comunidad judía, sino del pueblo argentino. ¿Acaso “pactar” con el enemigo no es traicionar a la patria?

 

Lo que es incuestionable asimismo es que el gobierno ha obstaculizado, desacreditado, ridiculizado la investigación realizada, y a su propio autor, el fiscal Alberto Nisman. ¿Y a quién le conviene que no se conozcan los resultados de dicha investigación? A los autores del atentado, de hecho. Y, cabe preguntarse, en función de tanto empeño en “devastar” la figura del fiscal: ¿acaso también al gobierno? ¿A los servicios de inteligencia del gobierno?

 

La muerte de A. Nisman halla su perfecta analogía en la de Ícaro, cuyas alas se derritieron al acercarse demasiado al sol, encontrando la muerte al caer en el océano. Alberto Nisman también se acercó demasiado a la luz, se acercó peligrosamente a la verdad. Y, lo que es incuestionable, una vez más, es que la muerte del fiscal tiene que ver con esa verdad.

 

Dice Dante Alighieri en La Divina Comedia: “Los lugares más oscuros del infierno / están reservados para aquéllos / que mantienen la neutralidad / en una época de crisis moral”. Ésta no es la hora de la neutralidad, es la hora de la responsabilidad. Responsabilidad viene de “responder”, es decir, “ser responsable” es una cuestión activa que tiene que ver con “dar respuesta”. ¿Cuál ha sido la respuesta del Congreso? Perdió la oportunidad de responder eficazmente, de romper su fragmentación política para mostrarse unido ante el magnicidio y clamar con la sociedad por lo que ésta sabe es la verdad y la justicia.

 

Hoy la responsabilidad de los partidos políticos en tanto pilares de la democracia es garantizar que la investigación se preserve, que la investigación continúe, que sea llevada a cabo por personas con probada honestidad e integridad. Dar respuesta es comprometerse con ello. En nuestro carácter de ciudadanos, la muerte de A. Nisman sin dudas nos concierne, porque –como diría John Donne–: “La muerte de cualquier hombre me disminuye porque estoy ligado a la humanidad; por consiguiente nunca hagas preguntar por quién doblan las campanas: doblan por ti”.

 

 

 

Ana Copes

 

Secretaria General de la Junta Ejecutiva Nacional del

 

Partido Demócrata Progresista

 

 

COPES NISMANN PDP
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