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El santafesino que lleva la palabra del Papa a Internet

“Es un santafesino de pura cepa”, dijo su madre Teresa. De adolescente le atrajo la informática, luego llegó el momento trascendente en su vida para elegir el camino de Dios a los 18 años. No olvida su barrio enclavado en el corazón de la vecinal República del Oeste, y una vez por año viene para llenarse el espíritu con su familia, sus amigos, su cultura. Como joven sacerdote, su destino lo marcó en una parroquia en Esperanza, por cinco años recorriendo toda la zona de Nuevo Torino, Humboldt y otros lugares aledaños. Monseñor Lucio Adrián Ruiz hace 16 años vive y trabaja en el Vaticano como jefe de la Oficina del Servicio de Internet del Vaticano, dependiente de la Dirección de Telecomunicaciones de la Gobernación del Estado de la ciudad del Vaticano.

 

Ternura, caricia, humanidad, fueron las palabras claves que utilizó el sacerdote para describir al Papa argentino.

 

A días de la Navidad, recibió a Diario UNO. En el arranque del diálogo dijo: “Francisco me sorprendió con la bendición de los árboles de Navidad, porque ahí está la explicación de las luces, los adornos. Es lindo rescatar los signos, rescatar ese árbol y compararlo con la Navidad. En la antigüedad era el árbol de la vida, que se llenaba de luz, porque ahí nace la luz del mundo. Uno dice, ‘bueno, a ver, toda la vida armé este arbolito para ponerle una luz, un adorno’. Pero ahora vemos que esa luz es la luz de Cristo, fruto de la virtud”.

 

Ahí nomás el religioso aprovechó para sentar su punto de vista sobre el comercio y esta festividad tan cara a los sentimientos cristianos: “Un padre puede comprar el regalo para sus hijos y eso no está mal. Pero el mejor regalo esa noche será estar juntos, una sonrisa, ese abrazo, será pedir perdón por todas aquellas cosas que hicimos mal durante este año. El regalito es símbolo de todo esto”.

 

En el mismo sentido, subrayó: “No puede ser puro consumismo y basta. En realidad debe ser así: he consumido, festejando con mi familia, comimos ese pollito que nos hicimos, pero todo fue para reunirnos en familia. Ése es el sentido: estar juntos y compartir”.

 

 

 

—Con la llegada de Francisco, ¿se potenció aún más esa necesidad de estar juntos en familia?

 

—Mucho. Él nos demostró el valor de la calidad humana, el valor de una caricia. Lo que más ha tocado a todos es justamente su ternura, que es la ternura de Dios, que se canaliza en las expresiones del Papa, en ese abrazar al enfermo. Lo recuerdo con un enfermo que no se podía mover, que no podía abrazar. Francisco se acercó, puso su cara junto con la de él y entonces ahí uno vio la ternura en ese contacto físico. Su mejor regalo es demostrarnos su humanidad.

 

 

 

—¿Francisco despertó los corazones que estaban dormidos?

 

—Sí. Pero el hombre también tiene que dejarse despertar, porque no basta una acción externa y el Papa Francisco puede hacer de todo; pero si uno no se puede dejar tocar espiritualmente, todo puede quedar en la periferia. Porque uno puede terminar diciendo: “Bravo Francisco”. Pero mi vida no cambió nada. Me acuerdo de un discurso muy lindo que dio sobre la limosna a los pobres. Dijo: “Cuando vos das limosna a los pobres: ¿los mirás a los ojos?, ¿les tocás las manos?”. Me emocionó muchísimo, porque ya no se trata simplemente de dar, sino también de tomar contacto el uno con el otro, porque así debe ser: yo te doy, pero te miro a los ojos y te doy la mano para decirte: ¡Hola!

 

 

 

—¿Qué cambió Francisco en vos?

 

—La primera cosa que me dije a partir de su predicación fue: yo quiero que me toque a mí. Me gusta seguir sus discursos, y a su vez debo hacerlo por mi función, en el servicio de internet del Vaticano. Trabajamos con los discursos permanentemente para darlos al mundo. Al empezar a seguirlos me dije: “Yo no quiero ser solamente un tubo por el cual pasan estos discursos y no queda nada. Quiero primero cambiar, entrar en esta revolución yo, y no quiero que predique sin que me toque”. Para mí el tema de la ternura de Dios se ve incluso en la página web, nuestro librito digital. Allí también está la ternura de Dios expresada en signos. Para mí Dios quiere hacerse presente a través de todo ser humano, especialmente en los ministros. Dios ama al hombre y quiere demostrar la ternura.

 

 

 

—Cuando descubriste tu fe por Dios, ¿fue algo parecido a lo que te transmitió hoy Francisco? ¿Te renovó?

 

—Mi vocación surge en principio cuando estaba abocado a lo científico y técnico. Me atrajo a tal punto que dejé ese ambiente. Sentí la fuerza del Evangelio, de dar la vida por el ideal. Y Francisco tocó esa cuerda, desde la radicalidad de su amor, lo que obliga a una entrega completa. Me encanta el discurso de Francisco, porque dice: “Si elegiste darlo todo, dalo todo, en cualquier cosa que hagas, siendo casado, soltero, sacerdote, cualquier cosa, pero el cristiano es el que ama hasta el fondo y ama de verdad, y no es un compromiso de un momento del domingo nada más”. Esto es todos los días, todo el tiempo, con todas las personas. La gran llamada de Francisco es a todo lo que esté lejos. La campana fuerte de Francisco suena en las periferias existenciales, o sea la escuchará cualquiera que esté lejos por cualquier motivo. El otro día me llamó la atención. Francisco estaba en una procesión y luego de bendecir una imagen, vio un papel en el piso. Se agachó a juntarlo y se lo dio a uno de los guardias para que lo tire. Aunque parezca menor, ahí hay un símbolo: levantar un papel tirado en la calle, para limpiarla. Eso también expresa un valor de humanidad.

 

 

 

—Ahora el pueblo ve a un Papa más humano, por decirlo de algún modo.

 

—Simple, ¿no? Francisco quiere transmitir esa humanidad con un amor grande. Porque Jesús se hizo hombre y nos está pidiendo que como humanos transmitamos el mensaje del Evangelio. No hay que ser extraterrestres para llevar el mensaje del Evangelio. Ese Evangelio de todos los días, es recoger un papel para no ensuciar la calle, dar una caricia. Humanizarse, es el abc de la vida. Francisco recibe a los jugadores de fútbol, se saca fotos como lo hace la juventud ahora, recoge un papel, celebra la misa. No es solo el saludito. Él llama a convertirse, llama a confesarse, llama a rezar, o sea: es muy profundo. Pero a su vez el mensaje es que todos podemos hacerlo, no solamente él.

 

 

 

Su rol en el Vaticano

 

—¿Internet ayuda a que la palabra de Francisco trascienda?

 

—Estoy absolutamente convencido de que sí. Yo llamo a mi oficina “Los Misioneros Digitales”. Somos la prolongación, somos los brazos, somos las piernas, somos la boca digital del Papa para que llegue hasta los confines de la Tierra. Por eso nuestro trabajo tiene que ser cada vez mejor, de manera tal que el que no puede venir a Roma, sienta que Roma va hacia él a través de un servicio digital bien hecho. El objetivo es que nuestra plataforma sirva para conocer con palabras y gestos el sentir de la presencia de Jesús. Estoy convencidísimo de que todo nuestro trabajo digital puede hacerle un bien a la gente.

 

 

 

—¿Cómo afectan las redes sociales al Vaticano?

 

—En tanto que la realidad va creciendo de a poquito, el Vaticano es una realidad institucional dentro de la Iglesia que tiene una misión muy concreta. La evangelización de todos los días es con tu párroco, con tu obispo. El Vaticano dentro de toda la Iglesia tiene una misión muy propia, la misión de la unidad, dentro de la estructura vaticana. Los trabajos en internet tienen una modalidad distinta, depende el lugar de la estructura donde uno esté. Internet para un obispo no es lo mismo que para un párroco o para un catequista, porque las misiones son distintas. A internet la hemos vivido desde ahí adentro, en mi caso particular, desde hace 16 años. Estamos aprendiendo todos los días para ver de qué manera podemos construir la identidad institucional del Vaticano en internet. Es un gran desafío plasmar en internet la misión que la Santa Sede tiene dentro de la Iglesia, porque no se trata de suplantar a los párrocos ni a los obispos. Se trata de edificar identidad institucional desde una modalidad digital.

 

 

 

Con el Papa argentino

 

—¿Cuándo lo conociste a Bergoglio?

 

—Hace 16 años que estoy en la Santa Sede. Antes trabajé dos años en el Consejo Episcopal Latinoamericano en Bogotá y antes, tres años en la Conferencia Episcopal en Argentina. Trabajando en todos estos lugares que son de los obispos, nos conocíamos de las reuniones. Él tiene una memoria fantástica, se acuerda absolutamente de todo. En realidad es él el que suprime las distancias con todos.

 

 

 

—¿Cómo llegaste al Vaticano?

 

—Hace años comencé con el proyecto de la red informática de la Iglesia en América latina, prácticamente desde el inicio de mi sacerdocio, en 1990. El obispo me había encargado trabajar en eso para llevarlo adelante como un trabajo en conjunto con las comunicaciones sociales y eso hizo que trabajara acá en la diócesis de Santa Fe. Se conoció lo que hacía en Buenos Aires y en la Conferencia Episcopal. Luego se conoció el trabajo en el Vaticano y me pidieron un servicio en Bogotá para todo el continente. Después de estar dos años en Bogotá, me llamaron para realizar tareas en el Vaticano.

 

 

 

Ernesto Titi Cantero

Diario UNO de Santa Fe

MISION PADRE LUCIO PAPA FRANCISCO tareas VATICANO
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