Algunos juegan al fútbol, o pintan o cocinan, y otros empresarios pagan para darse el gusto de vivir la experiencia de ser automovilista.
Mientras un muy pibe Diego Maradona soñaba con jugar en primera y ganar un mundial, un también muy pibe Luis Castelli le decía a su mamá que quería ser corredor de autos . "No me voy a morir sin correr una carrera", dijo, con sólo 9 años. "Aunque sea de acompañante", se atajó con inocencia y por las dudas. Y mientras el tiempo pasaba y las oportunidades no se presentaban, Luis nunca perdió las ganas. Empezó y continuó con su carrera laboral -hoy es gerente en una consultora- y casi 40 años después, consiguió cumplir su sueño, el mismo que comparte con más de 20 pilotos que, a razón de una vez por mes, se juntan en un mismo punto del país para despuntar el vicio de ser automovilistas.
"Todos en la categoría tenemos nuestros propios negocios, pymes o empresas; y utilizamos las carreras como una especie de descarga a tierra", dice Federico Braga, otro de los pilotos de la Fiat Competizione (ex Abarth), la categoría monomarca que acaba de ser relanzada este pasado fin de semana en el circuito callejero de Santa Fe. Mientras que en el resto de las categorías los pilotos son profesionales, aquí lo que predomina es cierto espíritu amateur, que a la vez le da al grupo un aire a viaje de egresados. "Gran parte de los empresarios no tiene tiempo de tener su taller, su ingeniero, sus mecánicos ni la logística para ir a las carreras", dice Castelli. "Sería muy bueno, porque eso también forma parte del folklore del automovilismo, pero no se puede", agrega. Daniel Difalcis -dueño de una fábrica de cromados y parrillas, y también corredor- sintetiza todo en una oración: "Laburo toda la semana, y el fin de semana que tengo carrera, me dedico a correr".
Pero aún así, los accidentes ocurren. El 11 de junio, en el circuito de Termas de Río Hondo, Castelli se salió de la pista, mordió la leca y volcó con su auto. Fueron once vueltas que duraron una eternidad. "No paraba más", dice Castelli. "Los que corremos sabemos que estamos expuestos a este tipo de acontecimientos, pero la sensación durante esos segundos era de '¿cuándo termina esto?', porque esas once vueltas ahí adentro se hacen muy largas", explica. Una vez que su familia pudo verlo y comprobar que estaba bien (sólo sufrió un corte en un dedo y un hematoma), Castelli dejó pasar unos días para tomar una decisión. "Mi mujer nunca quiso que corra, así que después del accidente me dijo que nunca más, que se acabó", dice. Sus hijos -de 12 y 18 años- lo apoyaron. El más chico -mientras Castelli todavía estaba madurando a golpes la idea de no volver a las pistas si él se lo pedía- le dijo: "vos me enseñaste que en la vida hay que hacer lo que a uno lo hace feliz, y a vos te hace feliz correr". Braga -que es dueño de una fábrica de hamburguesas congeladas- dice: "Es un deporte con riesgo, pero como toda categoría del automovilismo, tiene medidas de seguridad; y la realidad es que es más seguro un auto de carrera que un auto de calle".