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Mes de la Biblia

por jose

En el mes de septiembre celebramos el Mes de la Biblia en recuerdo de san Jerónimo, su primer traductor. El haber puesto la Palabra de Dios al alcance de todos fue un hecho decisivo para la vida y la cultura de los pueblos que fueron creciendo con la conciencia y dignidad de ser hijos de Dios. Ese hombre ya no caminaba solo. Esta Palabra no le daba conocimientos técnicos, le daba sabiduría porque lo ponía en contacto con Dios.

 

La fuerza de esta Palabra radica en que su autor es el mismo Dios que se nos revela, es decir, nos habla de él y de nosotros. Dios no crea al hombre y se desentiende de él, sino que viene a su encuentro y lo acompaña. La Biblia es el testimonio de este obrar de Dios. Esto significa que su contenido siempre es actual, no pertenece a la época en que fue escrita, aunque su ropaje, su forma literaria, presenta contextos históricos y lenguaje propio que la hacen, por ello, también un objeto de estudio.

 

Pero el que nos habla, de un modo personal, siempre es Dios. Podemos decir que hoy puedo conocer lo que Dios me dice a través de su Palabra. Cuando la recibo con un corazón abierto y le respondo, ahí comienza un diálogo único con Dios que me introduce en un camino de amistad con él que es la oración. La Biblia es un libro de sabiduría y de oración.

 

Frente a la Palabra de Dios hay un primado de la escucha, porque lo importante es quién habla. Silencio es estar a la escucha. Por ello hablamos del silencio como la actitud primera de quién escucha. Esto ya lo vemos en la misma Biblia: “Habla, Señor, que tu siervo escucha” (1 Sam. 3, 10) es la actitud de Samuel. San Lucas nos dice de la Virgen que ella: “conservaba estas cosas y las meditaba en su corazón” (Lc.1, 19).

 

También las primeras comunidades: “se reunían asiduamente para escuchar la enseñanza de los Apóstoles, participar en la vida común, en la fracción del pan y en las oraciones” (Hech. 2, 42). La Palabra de Dios no es algo mágico, sino que tiene un contenido que busca la inteligencia y el corazón del hombre. Ella está dicha a una persona abierta a la verdad, Dios no crea robots sino hombres libres. Esta Palabra busca calar hondo en el corazón del hombre y formar su conciencia, por ello se hace catequesis y está orientada a alcanzar una coherencia profunda entre fe y vida, tanto en lo personal como en lo social.

 

Ella busca: “transformar desde el Evangelio los criterios de juicio, los valores determinantes, los puntos de interés, las líneas de pensamiento, las fuentes inspiradoras y los modelos de vida de la humanidad” (E. N. 19). La Palabra de Dios tiene como destinatario al hombre y, a través de él, la misma vida de la sociedad.

 

Por su misma finalidad y dinámica ella tiene una estrecha relación con los medios de comunicación. La revolución tecnológica y los procesos de globalización, nos dice Aparecida: “conforman el mundo actual como una gran cultura mediática. Esto implica una capacidad para reconocer los nuevos lenguajes, que pueden ayudar a una mayor humanización global” (Ap. 484).

 

Retomando las palabras de Pablo VI al hablar de los medios, decía: “ellos ofrecen la posibilidad de extender sin límites el campo de audición de la Palabra de Dios, haciendo llegar la Buena Nueva a millones de personas. La Iglesia se sentiría culpable ante Dios si no empleara esos poderosos medios, que la inteligencia humana perfecciona cada vez más. En ellos encuentra una versión moderna y eficaz del ‘púlpito’. Gracias a ellos puede hablar a las multitudes” (E. N. 45).

 

Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

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