Las nochecitas de Esperanza tienen ese qué sé yo, ¿viste?
Anoche, después de una reunión y en virtud del calor agobiante, y con ganas de disfrutar de la brisa que morigeraba la canícula, decidimos ir a cenar a un muy pulcro patio cervecero, abierto hace pocos días.
Nos sentamos en una mesa y pedimos unos lisos para apagar la sed, los cuales luego serian acompañados por unos deliciosos triples de miga.
Estábamos en lo mejor de la noche, cuando de golpe, sin pedir ningún permiso, un desagradable olor nos invadió, este llegaba en oleadas y cacheteaba nuestras narices y las del resto de la concurrencia.
Desde una mesa vecina, una parroquiana inculpó del olor a un perro callejero, que dormía tranquilamente, sin saber lo que acontecía a su alrededor.
Otro parroquiano, mas conocedor de la noche esperancina, postuló a modo de sentencia, “Este olor proviene de una industria, que cada tanto nos bendice con estos aromas, para recordarnos la potencialidad de nuestros emprendedores locales”.
Desde otra mesa, un señor calvo con poco olfato, un poco molesto con esta afirmación, señaló vehementemente que el aroma parecía un perfume francés, en comparación con el olor a glifosato que la patria sojera, le obligaba a aspirar cada vez que recorría las rutas y caminos rurales de la patria gringa.
Al mismo tiempo desde el plasma, en un programa local, la prensa hegemónica y destituyente protestaba contra las falencias de los controles ambientales, mientras a renglón seguido una propaganda del municipio señalaba la importancia de la futura campaña, que iba llevada adelante para reciclar los pestilentes y dañinos residuos provenientes de los aceites usados para hacer papas fritas.
Entre tanto ello acontecía, el aroma nauseabundo seguía asolando nuestros receptores olfativos atacando la pituitaria amarilla que le comunicaba al bulbo olfatorio lo que acontecía en el exterior.
Para colmo de males este aroma engañaba al sentido de gusto, con lo cual a esa altura no lográbamos dilucidar si lo que estábamos consumiendo eran triples de jamón y queso, un chucrut sumamente añejado, o un queso camembert demasiado maduro.
A esa altura de la noche, resignados con mi esposa, vencidos por el enemigo silencioso que arruinaba una velada agradable, pagamos la cuenta y nos fuimos conversando sobre la importancia del desarrollo sustentable y los controles del estado, llegando a la conclusión de que la única posibilidad que existía para no atravesar mas por esta situación era que los medios locales no solamente informaran sobre el pronostico del tiempo, sino que además vaticinaran sobre el olor atmosférico, poniendo en conocimiento de la población cuales eran los espacios abiertos a los cuales se podía concurrir cada día, o bien si alguna noche era necesario instaurar un toque de queda.
Por que en definitiva, lo único que nunca se debe perder es la esperanza.
Luis Lombó
NdR: La empresa señalada por los vecinos es Yeruvá, ubicada en la zona del predio ferial. Anoche cuando los vecinos comenzaron a denunciar la situación en Sin Vueltas (Play TV) inmediatamente el olor nauseabundo cambió por olor a vainilla pero seguía afectándolos. El fuerte viento norte hizo que una gran parte de la ciudad padeciera la insoportable situación. Roberto Gay se presenta ante los medios de comunicación como Socio Minoritario y Gerente de la empresa Yeruvá, representa al Departamento Ejecutivo Municipal en el Directorio de Esperanza Servicios SAPEM y fue hace pocos meses propuesto por Ana Meiners para integrar en su representación el directorio de la Agencia para el Desarrollo.