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Locales

Reflexión de Arancedo ante la Solemnidad de Corpus Christi

Cada año la Iglesia nos convoca a celebrar de una manera pública el misterio de la presencia real de Jesucristo en la eucaristía. Celebramos lo que Jesucristo nos dejó como testamento de su presencia en la última cena.

El primer testimonio del cumplimiento de esta voluntad del Señor lo vemos en el relato que nos trasmite san Pablo: "Lo que yo recibí del Señor, nos dice, y a mi vez les he trasmitido, es lo siguiente: El Señor Jesús, la noche en que fue entregado, tomó el pan, dio gracias, lo partió y dijo: Esto es mi Cuerpo, que se entrega por ustedes. Hagan esto en memoria mía" (1 Cor. 11, 23-24). Esto es lo que la Iglesia ha recibido. La Eucaristía no es algo más en la Iglesia, sino su: "fuente y culmen" (L. G. 11) porque ella actualiza la vida de Cristo. En la Santa Misa aclamamos con el gozo y gratitud de la fe: Este es el Sacramento de nuestra Fe.

Ella es "pan del peregrino" que nos alimenta y da sentido a nuestro caminar. Desde la eucaristía el tiempo ordinario se convierte en tiempo de esperanza, porque en ella ya participamos  del tiempo definitivo de la Pascua de Jesucristo. La eucaristía es presencia de esta Vida Nueva y anticipo de su plenitud. Santo Tomás de Aquino resume estos significados del sacramento de la eucaristía, diciendo que: "es un signo que rememora lo que sucedió, es decir, la pasión de Cristo; es un signo que nos muestra lo que se realiza en nosotros en virtud de la pasión de Cristo, es decir, la vida de la gracia, y es, finalmente, un signo que anticipa, que preanuncia la gloria venidera" (C.I.C. n° 1130). En la celebración de la Santa Misa ya participamos en esa vida de Cristo que nos hace miembros de su Cuerpo y peregrinos del Reino de Dios.

Algunos textos del evangelio nos ayudan a comprender toda su riqueza y alcance. Ella es presencia de Cristo que mantiene el nivel de nuestra condición de hombres nuevos, nacidos a la vida de la gracia por el bautismo y la confirmación. No podemos, por ello, separarla de la Iniciación Cristiana. Ella tiene consecuencias personales, eclesiales y, por lo mismo, sociales. En este sentido, en la multiplicación de los panes, vemos un gesto de Jesús frente a una necesidad, no tenían qué comer. Su presencia nos debe crear una sensibilidad más fraterna, como expresión del amor de Cristo. La eucaristía se convierte, además, en un principio de transformación del mundo a la luz del Reino de Dios. ¿Cuáles son las notas de este Reino? A partir de la Palabra de Dios la liturgia nos lo presenta como el: "Reino de la verdad y la vida, Reino de la santidad y la gracia, Reino de la justicia, el amor y la paz" (Prefacio de Cristo Rey). Esta vida del Reino se presenta al hombre de fe como una realidad y un desafío que debe asumir. La presencia viva de Jesucristo en nosotros, es el comienzo de un mundo nuevo. Ella es signo y presencia del Reino de Dios.

Celebremos con gratitud, alegría y compromiso la verdad plena de este Sacramento de nuestra Fe. Reciban junto a mi afecto y oración, mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

ARANCEDO CORPUS CHRISTI
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