Saltar menú de navegación Teclas de acceso rápido
Locales

El mensaje dominical del Arzobispo José Arancedo

Al comienzo del año, día en el que celebramos la Fiesta de Santa María, Madre de Dios, la Iglesia nos propone la Jornada Mundial de la Paz. Ambas celebraciones tienen una estrecha relación desde la fe. María no es madre sólo de un hombre, es la Madre del Hijo de Dios. Este hecho define el contenido y el alcance de la fe cristiana.

Nuestra fe se apoya en la certeza de que el Hijo nacido de María, es presencia y revelación del mismo y único Dios que es el Padre de todos los hombres. Sobre esta afirmación se apoya nuestra fe. Siempre estamos en camino hacia la plenitud de esta Verdad, que conocimos en Cristo. No hay nada más alejado a la fe cristiana que una actitud de orgullo y suficiencia. No somos propietarios de Dios, somos peregrinos guiados por la luz de su Palabra. Ello no nos exime de una búsqueda sincera de la verdad para adentrarnos con Jesucristo en el misterio de Dios. Él es el camino que nos ilumina y da sentido a nuestra vida y a nuestras relaciones.

"Jesús es nuestra paz" (Ef. 2, 14), es una de las definiciones con las que san Pablo nos presenta a Jesucristo como el centro y el camino de la fe. La paz tiene su fuente en Dios, en él ella es un atributo esencial, en nosotros es don y tarea. Jesucristo es el don que Dios nos ha enviado para sanar y reconstruir la herida del pecado y sus consecuencias. El don de la paz es como el testamento espiritual que Jesús les dejó a sus discípulos: "les dejo la paz, les dice, les doy mi paz, pero no coma la da el mundo (Jn. 14, 27). Para ello Jesús nos habla de conversión y de recrear en nosotros un hombre nuevo, que es la base de un mundo nuevo. No se comienza cambiando el mundo sino se cambia el corazón del hombre. El don antecede a la tarea y la hace posible. Cuando queremos iniciar la tarea de la paz y no estamos dispuestos a remover los males que la comprometen, sea el egoísmo y el odio, la deshonestidad y la corrupción, la pobreza y la injusticia, la paz pasa a ser un deseo sin raíces. El don nos compromete a una tarea.

Cuando el Santo Padre nos presenta como lema para la Jornada de la Paz: "La fraternidad fundamento y camino de la paz", nos pone ante una verdad que no siempre comprendemos. Me refiero a ese descubrirnos desde la fe en un Dios que es Padre de todos. Jesucristo a lo largo del Evangelio nos enseña lo que es el primer principio de la moral social, al decirnos, todo hombre es mi hermano. Cuando perdemos de vista la exigencia moral de este principio se empobrece la condición humana y la paz pierde su fundamento más sólido. La paz se reduce al mezquino juego de intereses o a la mera ausencia de conflictos. Esta paz, sabemos, dura poco. El camino seguro de la paz es descubrirnos en nuestra condición de hermanos y actuar en consecuencia. Esto nos muestra, además, cómo una lectura de fe no es un agregado a la realidad, sino el modo de comprenderla en su riqueza y profundidad. Que el Señor, el Príncipe de la Paz, nos ayude a conocernos y a actuar como hermanos, para formar una sociedad más humana, espiritual y justa que nos permita crecer en la amistad social.

Reciban de su obispo junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo

Arzobispado de Santa Fe de la Vera Cruz

ARANCEDO MENSAJE OPINION
Comentarios

Te puede interesar

Teclas de acceso