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Locales

El Amor Cristiano

La liturgia de este domingo nos introduce en el conocimiento íntimo de Dios, que san Juan lo expresa en una simple afirmación: Dios es Amor (1 Jn. 4, 8). Pocas palabras le alcanzan para definir a Dios, y la prueba que nos presenta es la misión y el testimonio de Jesucristo: “Así Dios nos manifestó su amor, en que nos envió a su Hijo para que tuviéramos Vida por medio de él” (1 Jn. 4, 9). Esta es la fuente del amor cristiano.

 

La primera nota de este amor es que se comunica, que nos trasmite la misma Vida de Dios. Es un amor que busca hacernos partícipes de su misma Vida. El amor cristiano, por ello, no es dar algo a otro y dejarlo en la soledad de una distancia afectiva.

 

Se trata de darnos nosotros y hacer partícipe al otro, que es mi hermano, de los bienes y valores que animan mi vida de fe en Dios, que es el Padre de todos. Qué triste es escuchar esa copla en la que el autor dice: “desprecio la caridad por la vergüenza que encierra”. Ciertamente no se trata del amor que nace de Dios y que hemos conocido en Jesucristo.

 

El autor, tal vez, sólo ha conocido una caricatura o un mal testimonio de la verdadera caridad, del amor cristiano. Esto nos habla de la necesidad de purificar, incluso los gestos de la misma caridad, para que mantengan su sentido original. Les hablaría de un camino de santidad, estoy pensando en la Madre Teresa de Calcuta.

 

 

 

Cuando Jesucristo nos habla de vivir este amor que procede de Dios, nos dice: “Ámense unos a otros como yo los he amado” (Jn. 15, 12). Él es la medida de este amor. No podemos confundir el amor cristiano con un sentimentalismo hueco y muchas veces ocasional. En ese “como yo los he amado” está lo propio del amor cristiano. Es un amor que busca superar distancias, que él lo expresa diciendo: “Ya no los llamo servidores, yo los llamo amigos” (Jn. 15, 15). No es, por otra parte, un amor complaciente o demagógico sino exigente porque busca el bien. Esto lo comprendemos cuando escuchamos a Jesucristo que nos habla de renunciar al egoísmo, al orgullo, de tomar la cruz de mi hermano, de ser solidarios.

 

¡Qué importante es tener una imagen clara del amor con el que él nos ama! Entonces vamos a descubrir el valor de la conversión como expresión de ese amor que busca nuestro bien y que quiere, además, hacernos testigos de este amor ante nuestros hermanos. Aquella misión que él trajo al mundo, está esperando de nosotros continuadores. Si el encuentro con Jesucristo no nos moviliza y nos lleva a examinar nuestras relaciones en clave de amor y misión, no hemos comprendido su Evangelio. Seremos sólo lectores del evangelio, pero no discípulos de ese camino nuevo que él nos presenta y al cual nos llama.

 

 

 

El amor cristiano, como vemos, presenta una dinámica nueva que nos debe llevar a revisar la calidad de nuestra vida y relaciones, como de nuestro compromiso. La caridad no es un acto para tranquilizar mi conciencia, sino la expresión de una vida que tiene su fuente en Dios y su medida en Jesucristo, en esto se encuentra la verdad o plenitud de la vocación cristiana. El amor cristiano que tiene su origen en Dios y se manifestó en Jesucristo, se nos comunica como una gracia que transforma y es la fuerza de aquel mandamiento nuevo: “Ámense como yo los he amado”.

 

 

 

Deseándoles un buen fin semana en compañía de su familia y sus amigos, les hago llegar junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

ARANCEDO CRISTIANO IGLESIA OPINION
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