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Locales

Arancedo reflexionó sobre las Ordenaciones Sacerdotales

ORDENACIONES SACERDOTALES

Esta semana, el 30 de Septiembre Fiesta de San Jerónimo Patrono de la ciudad de Santa Fe de la Vera Cruz, ordené dos nuevos sacerdotes en la Basílica de Nuestra Señora de Guadalupe. Es un hecho que nos llena de alegría y nos habla de la presencia del Espíritu Santo, que continúa realizando en la Iglesia la obra y el mandato de Jesucristo por medio del ministerio de los apóstoles. Como obispo, como sucesor de los apóstoles, he hecho lo que Jesucristo nos has dejado en la Iglesia al servicio de nuestros hermanos. Sólo a partir de Jesucristo, y en el marco de la misión que la Iglesia ha recibido de él, podemos comprender el significado pleno de una ordenación sacerdotal. En Cristo, desde la Iglesia y al servicio de nuestros hermanos, es donde encontramos la fuente, el camino y la misión del sacerdote.

Esto nos da certeza, porque no dudamos de la palabra de Jesucristo en la cual se apoya nuestra fe. Para comprender la vida del sacerdote debemos, por ello, entrar en este ámbito del Evangelio que es la única fuente que da razón a su existencia. Cuando estos diáconos que ordené eran jóvenes en su parroquia y se sintieron llamados a ingresar al Seminario e iniciar el camino de su vocación, no había en ellos otro ideal que no fuera seguir a Jesucristo, y en los términos que él llamaba a sus discípulos. El proyecto y las condiciones las proponía Jesucristo. Comprender esto es fundamental para definir una vocación al sacerdocio. No se trata de seguir un proyecto personal o elegir una carrera, sino de ver y contemplar a Jesucristo. Sólo desde una mirada de fe es posible descubrir el llamado, estar dispuestos a una entrega totalizante que implica, ciertamente renuncias, y seguir al Señor. Es Él quien llama y quién marca el estilo de vida.

Cuando partimos del Evangelio para definir la vida de un sacerdote, la pobreza y la humildad, el celibato y la entrega para siempre, el espíritu de servicio y de misión, surgen como una consecuencia lógica. Es más, diría que en la alegría con la que se asume este estilo de vida se manifiesta la autenticidad y la respuesta de una vocación. Estamos en el ámbito del don, de lo que recibimos como gracia al servicio de nuestros hermanos. Esta realidad teológica, que define la vida de un sacerdote, se convierte para él en una vida que debe agradecer, pero también cuidar. Dios llama a hombres que deben responder desde su libertad, compromiso y generosidad. Pienso que para todo sacerdote siempre es necesario tener presente aquellas palabras, que a modo de testamento le dirige san Pablo a su discípulo Timoteo, cuando habla de sus dificultades: “Por eso soporto esta prueba. Pero no me avergüenzo, porque sé en quién he puesto mi confianza, y estoy convencido de que él es capaz de conservar hasta aquel Día el bien que me ha encomendado” (2 Tim. 1, 12). Todo es gracia, incluso una dificultad.

Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor.

Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

ARANCEDO ARZOBISPO ORDENACIONES SACERDOTALES
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