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La vida de la Iglesia: Unidad y Diversidad

Comprender la unidad y la diversidad en la Iglesia, es conocer y vivir su realidad más profunda. La unidad no se opone a la diversidad, pero la diversidad supone la unidad. Esto parece difícil de comprender en una cultura en la que lo diverso es lo distinto y lleva, necesariamente, a la ruptura, a crear otra realidad u otro partido. Esto no es así en la Iglesia. Las razones no son de estrategia sino de su verdad más profunda. Esto lo vivía la Iglesia primitiva con mucha certeza, aunque había tensiones.

 

 

 

La unidad no era fruto de un consenso entre los fieles, sino una exigencia de su fe en Dios. No podría haber Iglesia, de acuerdo al proyecto de Dios manifestado en Jesucristo, sin unidad. Esto lo vemos en la oración de Jesucristo en el evangelio de san Juan cuando nos revela el ser de la Iglesia, desde la vida íntima de Dios, es decir, desde la Santísima Trinidad: “Que todos sean uno: como tú, Padre, estás en mí y yo en ti, que también ellos sean uno en nosotros, para que el mundo crea que tu me enviaste” (Jn.17, 21).

 

 

 

Como vemos, en la Iglesia el principio de unidad es debido a su origen o fuente que es Dios mismo. Lo es, también, en razón de su Fundador, Jesucristo: “Pues el mismo Hijo encarnado… (que vino a reconciliar) a todos los hombres con Dios…. restituyendo (así) la unidad de todos los hombres en un solo cuerpo”. Pero lo es también debido a su “alma” que es el Espíritu Santo quién la anima: “El Espíritu Santo que habita en los creyentes y llena y gobierna a toda la Iglesia, realiza esta admirable comunión de fieles y une a todos en Cristo tan íntimamente que es el Principio de la unidad de la Iglesia” (U. R. 2, L. G. 14).

 

La unidad es para la Iglesia su identidad más profunda porque tiene su fuente en Dios, su fundación en Jesucristo, y su animación en la presencia del Espíritu. La falta de comunión o unidad en la Iglesia es signo de enfermedad. La Iglesia no es una sociedad que dependa de la voluntad de sus miembros fundadores, sino que tiene su origen, su modelo y exigencia en la voluntad de Dios manifestada en Jesucristo.

 

 

 

Desde este principio que nos habla de la unidad de la Iglesia, sin embargo, ella nos presenta una gran diversidad, sea por los diversos dones recibidos como por la multiplicidad de personas, pueblos y culturas que la integran. La gran riqueza de esta diversidad no se opone a la unidad, por el contario, la enriquece. Ahora bien, ¿cuáles son esos principios que conservan la unidad en la diversidad? El Catecismo de la Iglesia Católica en los números 813-816, nos señala los siguientes principios:

 

- la profesión de una misma fe recibida de los apóstoles;

 

- la celebración común del culto divino, sobre todo de los sacramentos;

 

- la sucesión apostólica por el sacramento del orden sagrado, que conserva la concordia fraternan de la familia de Dios. Esto lo acabamos de vivir en la elección de Francisco como sucesor de Pedro.

 

 

 

Esta es la Iglesia que hemos recibido, que amamos y de la cual nos debemos sentir parte como miembros vivos para continuar la obra de Jesucristo y animados por su Espíritu. Así lo vivían los primeros cristianos. Reciban de su obispo, junto a mi afecto y oraciones, mi bendición en el Señor Jesús y María Santísima.

Mons. José María Arancedo

Arzobispo de Santa Fe de la Vera Cruz

ARANCEDO OPINION

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